viernes, 2 de febrero de 2007

No hay nada como romper con la rutina

No falta momento en el día en que me detengo a pensar en lo rutinaria que puede llegar a ser mi vida. Es como ser el protagonista de Las 8 diferencias de las Juegos del Verano, donde el lector debe comparar mi vida de ayer con la de hoy.
Sin embargo, hay momentos entre toda esta linealidad donde cualquier cosa puede llegar a ser emocionante. Por ejemplo, la típica: el sushi.
Desde que se creó el Universo hasta hace 1 mes que no comía sushi. Dudé, lo pensé... Los que nunca lo habían probado, me decían que era horrible. Los que sí lo habían probado, me decían que era rico. Y no sé por qué, le creía más a los que nunca lo habían probado, y por eso dejé pasar millones y millones de años. Y la verdad, estuvo bueno. "Algo distinto", dije yo. Mi vieja nunca lo había probado tampoco, y cuando le conté de la novedad, me preguntó: "Qué gusto tiene?". ¿Y qué le iba a responder? "A sushi", le dije.

Fig. 1 - Sushi (made by Luigi)

Pero obviamente, no sólo lo culinario merece un cambio de rutina. En mi caso, poco frecuente es caminar por el medio de la calle. Y cuando digo el medio, no hablo de un boulevard, sino de recorrerla en el mismo sentido que los autos. Pero sin autos! No es novedad, cada solsticio de verano, hay alguna que otra calle cortada por alguna manifestación, piquete, obras en contrucción, etcétera. (es la ley de la vida). Y en vez de quejarse por la perturbación en el tráfico, no viene mal disfrutar de esa experiencia que pocas veces se da. Pero tampoco es para asustarse tanto, César!

Fig. 2 - Mire que contento que está...

Y nuevamente, no sólo lo culinario y lo vial merecen un cambio de rutina. Sí, hay más. Y para cada uno, siempre hay algo que nos puede sacar de ese círculo vicioso del que parece ser tan difícil salir. Obvio, no lo es. Y no hay nada como demostrarlo.

martes, 30 de enero de 2007

No hay nada como tener un tic productivo

Si hay algo que adquiero con muchísima facilidad son los tics. Muchos de ellos son tics nerviosos, y la mayoría, a causa del cansancio. Pero hay uno que no, y hasta puedo decir que lo disfruto.
Desde los 6 años hasta los 18 aprendí a tocar el piano, y si hay algo que me quedó grabado, no fue el saber leer una partitura (cosa que en realidad siempre me costó, por tocar mejor de oído) fue un tic productivo: seguir la música con un piano imaginario. En el subte, caminando, en el mi escritorio del trabajo, en mi cama, en la ducha, en la cinta en el gimnasio, donde sea... Cualquier lugar viene bien para poner en práctica el tic productivo.
Incluso en la película "El pianista" al protagonista se lo ve interpretando un tema musical aéreo mientras viaja en un tranvía, cosa que demuestra que este fenómeno es experimentado por muchos. Hasta por el mismísimo Dr. House.


Pero no sólo ocurre con el piano. Con la guitarra lo mismo, e incluso con la batería. A algunos puede costarle y no duran ni 4 segundos, pero cuando sale bien, se nota que uno puede llegar a disfrutarlo. El único requisito: que el tema musical guste.
Y claro, es por eso que no hay nada como tener un tic productivo.


Nota: Hasta que alguien no me preguntó por qué le llamo tic productivo, no me di cuenta de que nunca lo había explicado. Es una buena pregunta, y la explicación es la siguiente: después de practicar música por muchos años, y de dejar de hacerlo desde hace tiempo, lo que entristece es ir perdiendo el conocimiento, la habilidad y la digitación. Y este tic ayuda a perder todo eso un poco más despacio. Es productivo porque para algo sirve, después de todo...