lunes, 21 de abril de 2008

No hay nada como el humo loco de Buenos Aires

De vuelta por estos pagos blogueriles, se me ocurrió ver cuáles eran las últimas entradas de este blog, y noté que las últimas 2 hablaban acerca de los cambios abruptos que había sufrido esta sufrida Buenos Aires. Al extremo tal que cada uno de los giros inesperados de la trama de su historia la llevaron a un estado más insostenible que el anterior.
Los noticieros se llenaron de humo, al igual que los diarios, revistas, páginas de Internet, nicks de las redes de IM... y no podía evitarse que lo mismo pasara en las conversaciones del día a día. Sufrimos el frío, algunos disfrutaron la nieve, otros la padecieron... pero humo? Insólito. Insólitas las postales que surgieron a raíz de este hecho casi inexplicable que nos tomó por sorpresa, invadiendo nuestras casas, nuestras oficinas, y peor aún, nuestros indefensos pulmones (lo cual me llevó a pensar una vez más, lo vulverables que somos ante lo efímero).
Me van a decir que estoy loco, pero no puedo dejar de lado el objetivo de este blog: estuvo... vamos a decir... "interesante" esto del humo... Fue interesante porque nos sacó de la rutina, hasta que nos acostumbramos a ver la ciudad en módicas cuotas de 1 o 2 cuadras a la redonda. Un obelisco a medio armar, la Avenida Rivadavia más corta del mundo, y autos cubiertos de cenizas en una ciudad sin volcán.

Fig. 1. Foto sacada desde la oficina (y con sorpresa!!!) (Ver Fig. 2)


Fig. 2. Un OVNI intentaba aterrizar, pero el humo se lo impidió!!!

Y más importante aún, una lección que muchos acaban de aprender... Otra vez se me va a venir el malón encima con lo que voy a decir, pero terminé comprobando que el olor, ese olor que muchos describían como "madera quemada", "basura quemada", "plata quemada", o lo que sea "quemada", era idéntico a la fragancia que expelían mis pantalones que torpemente olvidé en una silla durante todo el fin de semana, y que había usado el viernes en un after office. Por lo cual parece gracioso ver que un fumador se queje del humo, porque parece un pez quejándose de la humedad.
Así pues, a pesar del mal pasar y las noches de difícil conciliación onírica, no hay nada como el humo loco de Buenos Aires.